Y les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: "Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?". Él les respondió: "Esto lo ha hecho algún enemigo". Los peones replicaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?"."No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, se corre el peligro de arrancar también el trigo. Dejad que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla, y luego recoged el trigo en mi granero". (Mt.13, 24-30)
Dice el Evangelio que los operarios se quedaron dormidos, y entretanto vino el enemigo y arrojó cizaña. Yo veo tres clases de sueño: el sueño de la calentura que es un sueño intranquilo y nos hace delirar. El que está dominado por alguna pasión, duerme del sueño de la calentura. Aquél que se halla dominado por la avaricia, por el deseo de bienes temporales, duerme el sueño de la avaricia, pero su sueño no es dulce, no es tranquilo, sino que en todo se le representa la pasión. El que está dominado por la ambición, duerme también, pero de un sueño fatigoso, porque el deseo de gloria mundana no le deja; y si vamos recorriendo todos los otros vicios, encontraremos lo mismo; pero no es este el sueño de que nos habla el Evangelio, porque el que de este sueño duerme, se halla apartado de Dios.
Hay otro sueño que es el sueño del amor divino; el alma confiada en Dios, en Él descansa, sobre su Corazón reclina la cabeza cual sobre blanda almohada; duerme, pero duerme en Dios, descansa en Dios, y su sueño es dulce y tranquilo. No es, pues, tampoco de este sueño del que nos habla el Evangelio, porque el que en Dios duerme y descansa está bien guardado. Hay un tercer sueño, el sueño de la indiferencia, el sueño de la tibieza, y este es el sueño de que nos habla el Evangelio. El tibio duerme, y duerme confiado en sí mismo; el tibio no se conoce, pero los que con él están, notan bien su conducta. Se ve un hombre fervoroso, amante de cumplir sus obligaciones, caritativo, humilde, paciente, pero este hombre cae en la tibieza, se duerme, y el enemigo, que siempre vela, va en seguida a sembrar la cizaña, y esta crece con el buen grano. El tibio se pasa la vida tejiendo y destejiendo, porque lo que el buen grano produjo, la cizaña lo echó a perder.
Los operarios, dice el Evangelio, dijeron al dueño del campo. ¿Quieres que vayamos y arranquemos la cizaña? No; les respondió el padre de familia, no sea que arrancando la cizaña, arranquéis también el buen grano; dejad crecer lo uno y lo otro, y en el tiempo de la siega se separarán. ¿Y qué significa esto? ¿acaso hemos de dejar nosotros crecer nuestros defectos? No; lo que Cristo quiere darnos a entender es, que debemos poco a poco ir desarraigando nuestras malas pasiones, que no lo queramos hacer todo de una vez.
(Pláticas II, pág. 563)